Entrevista realizada publicada em 22/12/2009, publicada no site http://almaenlaspalabras.blogspot.com.br (22/04/2015)
(Ahora que se acaba de publicar esta novela de Kenzaburo Oé, tengo a bien recuperar la entrevista que le hice para La Razón, en marzo del 2004, en la Casa Asia de Barcelona.).Agarra nerviosamente la lámpara que tiene al lado de su butaca, se acomoda una y otra vez y asiente a su traductora. Kenzaburo Oé, nacido en 1935 en un pequeño pueblo de un archipiélago del sur del Japón, y conocido mundialmente a raíz de la concesión del premio Nobel en 1994, responde a la imagen de hombre cordial que fácilmente podemos hacer de un escritor oriental de su trayectoria. Marcado por la Segunda Guerra Mundial y las masacres de Hiroshima y Nagasaki, Oé sigue volcando en sus obras todo lo que concierne a la violencia que vio de niño y, aún hoy, contempla con clarividencia. Su exquisita educación, su humildad y sentido del humor, sólo son algunos de los ingredientes que le han convertido en un ser comprometido con sus compatriotas y su familia: su hijo, deficiente mental, el cual aparece de una forma u otra en sus textos —crudamente en Una cuestión personal (1964)— transformó su visión de la vida y la muerte. Ahora llega a España para hablar de su última novela, Salto mortal (Seix Barral).
.Quisiera saber si la obtención del Nobel, y la responsabilidad que ello implica, le afectó al reemprender su trabajo.
Por casualidad en aquel momento no estaba escribiendo nada. Mi ciclo de escribir novelas es una cada tres años; dejo entonces un espacio para leer muchos libros. En aquel tiempo también recibí un premio gubernamental otorgado por el emperador.
Premio que rechazó.
Es que me gustaría morirme sin tener que conocer al emperador. (Risas) El asunto salió en los periódicos y gente de extrema derecha se manifestó frente a mi casa. Fue la primera vez que disfruté de una manifestación para mí solo.
Leyendo la novela, que abarca el fanatismo religioso y las organizaciones anarquistas, uno podría evocar el séquito de soldados de Yukio Mishima.
El ejército de Mishima era una cosa muy especial. Yo quería referirme a otro tipo de agrupación, la de aquellos jóvenes que sufren en busca de soluciones para sus almas y cuyo líder les ha abandonado, como ocurrió con la secta Verdad Suprema.
Asimismo, la novela se asienta en tres grandes pilares: el sexo hetero y homosexual, la existencia de Dios y la confianza en que la poesía puede ayudarnos. ¿Es acertado tal análisis?
Sí, pero más que sexo propiamente dicho, se trata de relaciones humanas por medio del sexo. Un homosexual muy conocido me escribió y me dijo: «usted no es homosexual». (Risas) Por lo visto tengo algún defecto para serlo.
Bailarina, Guiador, Patrón... ¿Por qué buscó nombres simbólicos para los protagonistas?
En la novela sale un reportero norteamericano que va poniendo apodos a cada uno de estos personajes. No se trata de individuos, sino de tres papeles que tienen que desempeñarse.
Con el libro Cartas a los años de nostalgia, propuso un nuevo humanismo adecuado a la actualidad japonesa desde perspectivas religiosas. ¿En qué grado la religión ha sido para usted una inquietud trascendente?
Desde siempre he sentido interés por ella. Me llama mucho la atención el hecho de que el hombre rece. A mí me hubiera gustado no haber orado nunca, pero tras el nacimiento de mi hijo me di cuenta un día de que estaba rezando sin querer; pero no a Dios, porque yo no pienso en su presencia. Bebo agua, y a la vez estoy rezando, cuando sopla el viento, estoy rezando. Por eso, pretendía describir a aquellos hombres que quieren orar, pero no a los que pertenecen a grupos religiosos; deseaba describir a las personas que creen en dioses un poco... «sospechosos».
En sus relatos hay elementos escatológicos y macabros, seres monstruosos, cadáveres... ¿Es su visión de la realidad tan dantesca?
Yo utilizo mucho el adjetivo «macabro». Batjin hablaba del «realismo grotesco», lo que equivale a macabro, parecido a la vez al estilo gótico.
En una conferencia dictada en la universidad de Berkeley, en la que hablaba de sus gustos literarios, como Flannery O’Connor, Mark Twain o Ernest Hemingway —en su momento autores prohibidos en Japón por el mero hecho de ser estadounidenses—, calificaba a Natsume Soseki como el mejor autor japonés del siglo XX. Aquí es desconocido.
Es un escritor realmente intelectual, formado en Inglaterra, que nació con el inicio de la modernización de Japón, a finales del siglo XIX. La literatura japonesa no se puede considerar intelectual, porque tanto los escritores como los lectores no son inteligentes. (Risas) Vargas Llosa es intelectual, García Márquez no tanto, Octavio Paz sí, y también Alfonso Reyes, Machado... En ese sentido, yo quiero crear una literatura japonesa intelectual, es decir, pertenecer a la corriente de Soseki.
¿Aún es pesimista frente a la invasión de la subliteratura en detrimento de las obras de ambición artística?
En Japón tienen mucho éxito aquellas obras de subcultura, que se venden por millones de ejemplares. Sin embargo, estoy convencido de que existe una literatura seria que permanecerá, aunque sea con pocos lectores, como ocurre con El Quijote. No somos escritores tan buenos como Cervantes, pero nuestro deseo es que podamos crear un tipo de literatura como la suya.
x.x.x
Kenzaburo Oé
Entrevista ealizada por Xavi Ayén, publicada em La Vanguardia, de 14/11/205.
La voz de Hikari (o Eeyore, según el diminutivo con que su padre lo designa en la ficción) nos saluda efusivamente en castellano: "¿Cómo están, amigos?". Su padre es el premio Nobel de Literatura Kenzaburo Oé, quien ríe de buena gana ante una taza de té humeante: "Lo ha aprendido en un programa de español que emite la televisión japonesa". Con motivo de la próxima aparición en España (el día 22 de este mes) de ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era! ( Seix Barral), una obra publicada en 1983, Oé recibe a este diario en su casa del barrio residencial de Seijo, en Tokio.
- Ésta es, para el lector español, su primera obra de no ficción. ¿Por qué decidió narrar así la historia de la relación con su hijo?
Hikari nació, hace 41 años, con un tumor de color rojo brillante, del tamaño de una segunda cabeza, que hubo que extirparle en una operación a vida o muerte. Esa angustia, y la deficiencia mental que se le diagnosticó, marcan decisivamente mi obra literaria. En ¡Despertad...! reflejo el proceso que me condujo a aceptar esa realidad y, después, a convivir con ella. Es algo que aparece de forma más o menos indirecta en otras novelas, como Una cuestión personal, pero aquí quise plasmarlo de modo totalmente autobiográfico, no ficticio. Aunque narre hechos reales, sigue siendo literatura, al mismo nivel que una novela para mí es una novela de no ficción. También pretendí materializar el imaginario de la poesía de Blake, el romántico inglés, y, a través de él, reflejar a los míos. He intentado dibujar dos mundos: el de los poemas de Blake y el de la vida cotidiana de mi familia, dos mundos que se solapan y, en un momento dado, a través de un juego de espejos, se unen formando un solo mundo. No es fácil decir dónde acaba uno y dónde empieza el otro.
- Al entrar aquí y ver el jardín con esos pájaros que consiguieron que su hijo empezara a hablar, o a él componiendo música, o a ustedes haciendo las mismas cosas que en el libro, uno tiene la sensación de haber entrado en la novela y entrevistar a los personajes...
- No se puede imaginar la tranquilidad y la felicidad que me produce ese comentario. Hubo un tiempo en que yo quería ser un novelista europeo, dibujar el mundo como lo hacía el humanismo y todos los grandes autores del Viejo Continente. El nacimiento de mi hijo interrumpió esos sentimientos. Tomé la decisión de vivir con él, convertirlo en parte de la familia, integrarlo en mi convivencia diaria, ser feliz con esa nueva realidad. Decidí que continuaría retratando el mundo y a Japón, pero a través de la vida de mi hijo. Hikari es una especie de lente a través de la cual se filtra la realidad. Sus expresiones de niño, sus movimientos, sus rabietas, sus violencias, sus alegrías, cómo vive en nosotros, son instrumentos con los que reflejo el mundo. La realidad exterior y la privada convergen. Tengo la sensación de que escogí la manera de escribir correcta, y también la manera de vivir correcta.
- El libro, ya desde el título, se dirige a los jóvenes del mundo. ¿Qué les quiere decir?
- El título procede del prefacio del poemario Milton, de Blake: "¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era! ¡Oponed vuestras frentes a los mercenarios ignorantes!..." Es un canto contra las milicias, para que la sociedad se convierta en un lugar con leyes, instituciones, educación, donde se pelee utilizando la mente y no la sangre. La guerra, que hacen los ejércitos, es la expresión máxima de la violencia y la ignorancia. Japón, por ejemplo, tiene una Constitución pacifista que el Gobierno incumple enviando tropas a otros países como Iraq. No sólo estoy en contra de todas las personas que utilizan la violencia para defender unos ideales, un territorio o una ideología, sino también en contra de la misma conciencia de ejército, personas que no se mueven por iniciativa propia sino según las órdenes que reciben. Desgraciadamente, en la sociedad japonesa actual, ya no se trata únicamente de las fuerzas armadas, también en el trabajo se piensa así, cada vez hay menos personas con conciencia propia, que no tengan por qué pensar como la gente que les rodea. Todo eso aparece en los versos de Blake .
- Parece que no ha escondido nada por pudor. El libro contiene escenas emocionantes y bellas, pero ofrece otras de gran crudeza.
- Espero que no sea posible malinterpretar eso. La vía a la felicidad que muestro es un camino con altibajos. En ocasiones, los problemas surgen en el seno de nuestra familia, de mis propios prejuicios, como esos momentos en los que me era imposible soportar la mirada de mi propio hijo, y, en otras, de la reacción de la sociedad. Pero también hay mucho sentido del humor.
- Usted nunca ha eludido las escenas violentas.
- Pero no canto a la violencia, la reflejo de la manera más realista posible para denunciarla y que el lector se pregunte si conduce a algún sitio. Mostrándola tal cual es, la despojo de atractivo. También me dicen que reflejo muy abiertamente el sexo, pero es porque en mi país la sexualidad está reprimida. Y yo hablo de una sexualidad feliz, donde el joven se libera para expresarse al cien por cien a través de ella. Ese tema está más presente en mis primeros libros, porque ahora el sexo no es lo que me quita el sueño por las noches, precisamente.
- ¿Qué papel tiene la música en la educación de su hijo?
- Descubrimos por casualidad que tenía una sensibilidad enorme al respecto. No hablaba con nosotros, ni se comunicaba, hasta que, a los cuatro años, empezó a identificar el canto de los diferentes pájaros, y nos decía su nombre. De ahí, pasamos a la música clásica. Ahora compone sus propios temas y alguno de sus discos creo que ha vendido más que ciertos libros míos...
- Acaba de publicar en Japón Adiós a mi último libro. ¿Es verdad que no piensa escribir más?
- Eso pretendía, pero... El libro es una especie de sueño, un artificio que muestra cómo un colectivo de individuos, con su imaginación, podría ser capaz de detener la violencia, de cambiar cosas sin tener que recurrir a la guerra. Una utopía que me alimentó la ejemplar reacción española al atentado del 11-M.
- ¿Pero es su última obra?
- Hablé con Edward Said del tema de la última obra de los artistas, y un año después murió. Aunque yo no lo sabía, él había escrito sobre esas conversaciones, y se publicaron tras su muerte. Hablábamos de esa última creación de algunos grandes músicos y escritores, que solía ser algo muy nuevo siempre, algo que la sociedad no aceptaba, porque nadie se lo había ofrecido antes, y cuyo tema normalmente tiene que ver con una gran catástrofe. Es lo que he querido hacer con este libro. Quería que fuera mi última obra: retrato una hecatombe, pero es una obra llena de esperanza. Tiene tono de tañido final, una especie de clímax de toda mi obra anterior. Ya han pasado unos meses desde que lo acabé, y todavía no tengo la certeza de que vaya a escribir sobre otra cosa. Pero creo que esto no se va a acabar aquí. Si sigo escribiendo, quiero que sea algo todavía superior a este libro, y si ha de haber una catástrofe que sea aún más grande.
- ¿Guarda por aquí el diccionario que está escribiendo para su hijo?
- Incluso lo he publicado en Japón. Mi hijo tendrá siempre la mentalidad de un niño y quería que algunos conceptos complejos no le fueran extraños, así que los describía de modo que los pudiera entender. Pero no sé si estoy capacitado para hacer inteligibles conceptos como muerte a niños con deficiencias. Me preocupaban las dificultades que tendría mi hijo cuando yo desapareciera y quise facilitarle las cosas, confeccionarle una guía sobre qué tipo de lugar es el mundo. Ahora veo que era un libro más dirigido a mí mismo. Nuestra relación es más bella que difícil. ¿Oye esta música?
- Sí, claro.
- Es una pieza que mi hijo ha compuesto para mí por mi 70º cumpleaños, que fue en enero. Es una obra para animar al padre, para que siga escribiendo y feliz pese a la edad. Yo uso la escritura para lanzar esos mensajes; mi hijo, el lenguaje musical. Los dos hemos estado siempre animándonos mutuamente, uno con la música, otro con la escritura. Nos damos mutua satisfacción