Laura Esquivel
Entrevista extraído do site http://www.elmundo.es em 10/04/2015
Defiende con el mismo ímpetu la literatura y la cocina. La primera, dice, es un acto de amor, y escribir le sana de sus obsesiones y sus fantasmas. Los fogones, por su parte, son su fuente de conocimiento. En su primera novela, Como agua para chocolate, descubrió a los lectores la efervescencia amorosa que surge tras degustar codornices con pétalos de rosa o el poder de recobrar la memoria que puede tener un caldo de colita de res. El libro, publicado en 1989, fue traducido a más de 30 idiomas y llevado con éxito al cine por Alfonso Arau, entonces su marido. Desde entonces, ha escrito prólogos de cocina, nuevas recetas, ensayos y ponencias de psicología que, junto con otros textos inéditos, han sido recopilados ahora en Íntimas suculencias, un libro ilustrado con mimo por Francisco Menéndez y que sale a la venta esta semana.
Hace apenas 24 horas que Laura Esquivel ha llegado a su casa de la capital de México, desde Nueva York, donde reside durante grandes temporadas. "Allí trabajo mejor. Aquí tengo que contestar llamadas y faxes, invitaciones...", afirma, dejando su frenética actividad por un momento. La escritora mexicana habla de Íntimas suculencias, que dice que le llegó como un regalo, porque se fue escribiendo solo y nunca imaginó que estos textos estarían juntos en un libro. Confiesa, además, que se encuentra en una etapa productiva y equilibrada al lado de su nuevo marido. Su lema de vida: "Siento, luego existo".
Pregunta.-¿Qué ingredientes tienen en común estos textos que aparecen recopilados bajo el título de Íntimas Suculencias?
Respuesta.-El hilo conductor es la pasión por la cocina. El tema se aborda desde ángulos muy diferentes; desde el punto de vista social, el psicológico, el emocional, el filosófico, y el literario también.
P.-Para usted, ¿qué significa cocinar?
R.-Es una ceremonia de unión con el universo. Un placer enorme. A veces, lo utilizo como contrapunto a mi escritura; en otras ocasiones, como terapia. El amor siempre está presente allí. El amor, que da sentido a todo, es lo que hace de dos cosas una, y en la cocina uno hace precisamente eso: utiliza todos los elementos que conforman el mundo, juega con ellos y, en base al amor, hace una única cosa que después va a ser ingerida por los demás.
P.-¿La literatura también es amor?
R.-Sí, lo es, porque es un acto de entregar a los demás lo que uno es como ser humano. Si uno no lo hace, hay problemas de comunicación.
P.-¿Se considera una entendida de lo que se cuece entre fogones y sartenes?
R.-Me apasiona todo lo que pasa allí, pero no podría decir que lo sé todo. Una de las maravillas de la cocina es que, día a día, se renueva, que siempre está el misterio. Uno no sabe qué va a pasar. Es un gran laboratorio de alquimia en el que uno se mete, juega y aprende. Es una fuente de conocimiento.
P.-¿De dónde le viene esa afición culinaria?
R.-De familia. Yo crecí en la cocina. Mi mamá ha pasado su vida allí. Al entrar en su casa huele a horno y lo primero que hace ella es ofrecer comida.
P.-¿Practica el arte del fogón?
R.-Es una actividad muy importante en mi vida y cuando no puedo hacerlo, por el ritmo de trabajo, me siento mal. A mí me gusta cocinar. En México tengo una persona entrenada y, a veces, va adelantando, picando...
P.-Al oírle hablar de los fogones me recuerda la vocación gastronómica de Isabel Allende, que plasmó en su Afrodita. ¿Influyó el tema de la cocina en su generación?
R.-Me encanta que Isabel haya escrito ese libro, y, bueno, para mí, hubo un momento en que no le di importancia. Creía que la participación de la mujer no estaba en la cocina. Llegué a pensar que era una pérdida de tiempo estar cocinando cuando afuera las mujeres podíamos estar cambiando el mundo. Pasa el tiempo, y al final uno se da cuenta de que el mundo no cambia tan fácil y que lo que hay que cambiar es el ser humano, no las leyes. Desgraciadamente, nosotras, las mujeres, lo habíamos perdido. Fue maravilloso el día que redescubrí la cocina, y me di cuenta de que el verdadero cambio esté dentro de la casa, dentro de uno.
P.-¿A usted le gusta la existencia bien sazonada?
R.-Es importantísimo permitirnos sentir, oler, gustar, tocar. A veces, las vidas que llevamos no nos lo permiten. Estamos más interesados en producir, en consumir.
P.-Su vida ha estado condimentada de felicidad y desilusiones. Su primera novela fue un best-séller, su entonces marido, Alfonso Arau, la llevo con éxito al cine, después vino el desamor, el divorcio y vuelta a empezar con un nuevo amor, ¿cómo se siente ahora?
R.-Así es la vida, pero ahora estoy en un momento muy tranquilo, muy productivo y muy equilibrado.
P.-¿Siente rencor hacia Arau, a quien demandó por no haberle pagado ciertos derechos del guión de Como agua para chocolate?
R.-Fue una cuestión muy difícil, de la que no me gusta hablar, pero para nada le guardo resentimiento. Forma parte del pasado.
P.-¿A qué se debe el éxito de Laura Esquivel?
R.-No lo sé. Siempre es un misterio saber qué es lo que la gente encuentra en lo que uno escribe. Para mí lo importante es lo que el libro me dejó. Escribir te obliga a hacer un viaje interno. Uno aborda sus propias obsesiones, sus fantasmas, y habla de ellos, los explora. Al final, la literatura le sana a uno, y si también puede sanar a los demás, qué maravilla.
P.-Usted ha dicho que el cine le fascina porque le apasiona escribir con imágenes...
R.-Mi proceso creativo está en función de imágenes. Yo siempre pienso en ellas a la hora de escribir. Las desarrollo en palabras y, de repente, me sale algún juego literario.
P.-Su segunda novela, La ley del amor, iba acompañada de un disco para escucharlo mientras se leía. Parece como si no creyera en el don de la palabra.
R.-Creo en el poder de la palabra, pero también en el poder de la música, en el de la palabra hablada, que es diferente al de la palabra escrita, en el de una frase repetida dentro del organismo. Cuando uno está leyendo se realiza cierto tipo de actividad cerebral, que incluso puede llegar a emocionar. Ahora, cuando uno escucha música, ese sonido cambia su interior. Un sonido puede romper una copa de cristal, a veces eso se olvida. Se despertó mucha controversia alrededor de La ley del amor sobre si la literatura debe o no llevar música o imagen. Menos mal que nunca surgió esta pregunta en el teatro porque si no nunca hubiéramos tenido ópera. Con ese libro quería que el lector tuviera una relación diferente con la literatura, que lo hiciera con todo el cuerpo, no sólo con la mente.
P.-¿Se sintió identificada con la protagonista de La ley del amor, intentado reconstruirse a sí misma?
R.-Había mucho de mi propia búsqueda en la de Azucena. Tengo un amigo que suele decir: uno, hablando se entiende a sí mismo. Escribiendo pasa igual.
P.-¿Los editores norteamericanos están explotando el filón de los novelistas latinos afincados en EEUU como Isabel Allende, Julia Álvarez, Tomás Eloy Martínez, o usted misma?
R.-El fenómeno responde a una necesidad, que obedece a que a la población hispana le gusta leer su literatura, pero hay muchos hijos de hispanos nacidos allí que no leen el español. Por otro lado, es algo universal. No se da sólo ahí. En Japón, leen a Isabel (Allende). Mis propias novelas están traducidas a muchos idiomas. La literatura que se está buscando es aquella que pone a los seres humanos en contacto con la tierra, con la sensualidad. Nunca imaginé que Como agua para chocolate iba a crear un vínculo tan amplio. He estado en Japón, en países nórdicos... y en todas partes el comentario es: yo me acordé de la casa de mi abuela. Y no tiene nada que ver la casa de mi abuela con la casa de la abuela de un japonés, pero de lo que yo estoy hablando es de algo muy universal: la ceremonia, el rito, el contacto con la abuela, con la madre, con la tierra, con el universo. Y hay una necesidad nuevamente de sentirnos conectados, de sentir que hay un respeto por la vida. ¿Cuántas guerras hay en el mundo por motivos económicos?, ¿cuánta destrucción de los valores?, ¿cuántas veces nos sentamos al día a comer en serio?
P.-¿Cree que hay un boom de literatura escrita por mujeres?
R.-Sí, pero no sólo en América Latina. En España pasa igual y en Estados Unidos también triunfan las mujeres.
P.-¿Está de acuerdo con el concepto de literatura femenina?
R.-Creo que sí hay una literatura femenina, pero que no tiene que ver con el sexo. Se caracteriza porque habla de los mundos íntimos, de los mundos privados, de relación con la vida, con la sangre, con todo lo que pasa hacia dentro. ¿Por qué la gente la busca? Porque no lo tiene. Ha habido una devaluación tremenda del mundo íntimo. En este siglo se ha dado importancia a todo lo que tenía que ver con el mundo masculino, con el pensamiento, con la razón.
P.-Volviendo al tema que nos ocupa, Íntimas suculencias se presenta como una atípica recopilación de escritos que pueden degustarse de diferentes formas, ¿cómo recomienda hacerlo?
R.-Que cada uno haga lo que quiera, pero que lo haga con el corazón abierto.
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